jueves, 30 de junio de 2016

¡CINCO AÑOS!

Cinco años son toda una vida; bueno, los primeros cinco años. Eso leí una vez, hace mucho tiempo, en referencia a la edad de los niños; no recuerdo dónde ni quien lo escribía pero son de esas cosas que sin saber cómo ni por qué se nos quedan grabadas a fuego. Desde luego, en mi caso, el quinto año de mi vida sí que marca un antes y un después que vive en mi memoria, claro y nítido como el paso de la oscuridad a la luz. 

"Esi piquín", el mejor bocado.
Siempre proa al viento, a todos los rumbos: ustedes.

Este blog celebra su primer lustro de vida, también hoy a orillas del Cantábrico, esta pequeña mar con ansia de ser océano y anhelo de plus ultra, energía líquida, salada y viva que en el golfo de Vizcaya casi forma una honda para lanzarnos a América. Qué obsesión, dirán; bueno, un poco sí, quizá bastante. 

Si pasan por Gijón y les gusta el dulce les encantará probar el Postre Gijonés,
pero eso sí, asegúrense de que esté hecho en la Confitería La Fé,
hay dos, ambas céntricas y muy buenas. Para celíacos, Confitería Marqués.
 
Esta vez elijo un Postre Gijonés o tarta gijonesa, como prefieran, para invitarles (lástima de teletransporte). A mí me gusta mucho, aunque lo disfrute en muy contadas ocasiones.

Ustedes son como ese aire cálido, ascendente e invisible que genera
turbulencias llenas de energía y mantienen en el aire a los veleros.
Dicen, lo leí hace tiempo, que la receta de este magnífico dulce llegó a Gijón de la mano de un oficial del ejército francés natural de Austria que, terminada la Guerra de la Independencia, se quedó en Asturias o fue a parar allí, pues antes de estar a las órdenes de Napoleón era pastelero en su país. No hay ninguna garantía de que esta historia sea cierta, pero me gusta pensar que lo es porque muestra un final feliz libre de castigos y venganzas. Un bocado de paz para el alma, que a bordo de estas fotos y letras deseo que les llegue con toda mi gratitud
Esteban

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viernes, 24 de junio de 2016

GERARDO. Y LA IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA (y 2)

Carecía de la experiencia de mi compañero, pero no estaba nada mal la que ya había acumulado para mi edad y sabía que tenía razón. Es lógico, a nada que se piense un poco: a más velocidad menos tiempo para todo. Se puede comprobar hasta en bicicleta. Además, ya había probado velocidades bastante respetables y pude darme cuenta de inmediato (porque se nota y lo nota cualquiera) que a poco instinto de supervivencia que uno tenga, conducir verdaderamente rápido exige mucha atención, saber muy bien lo que se hace, una máquina adecuada y en buen estado, una buena carretera y todo un cúmulo de circunstancias muy propicias. Aun así, cansa mucho. Y, claro, una cosa es que con todas esas bendiciones alguien llegue a 250 km/h (por dar una cifra claramente alta) durante unos segundos, incluso unos pocos minutos, y porque quiere y ha hecho una valoración precisa del riesgo poniendo todo de su parte para lograr neutralizarlo, y otra muy distinta tener que conducir así, siempre que sea posible, obligatoriamente. 

"Tú" motor, Elisa. Moltes gràcies!
Una verdadera joya de la mecánica y de la ingeniería.
La foto es cortesía de Elisa Alòs.

La velocidad, no obstante, es un concepto sumamente escurridizo y una cifra, por sí sola, nada nos puede decir sobre si es segura o no. De ahí que resulte tan perverso el mensaje que tantos gobiernos nos transmiten desde hace décadas afirmando que vamos seguros hasta la velocidad “X”. Esto es falso. Nadie puede garantizar hasta qué velocidad alguien va seguro, salvo el propio conductor

Sólo la persona que maneja puede y debe saber a qué velocidad ha de moverse en cada momento. Y esto está al alcance de cualquiera, basta con aprender a conducir bien y entrenar lo suficiente afinando el instinto de conservación. Quien no quiera hacerlo, muy bien, está en su derecho, faltaría más, pero que no conduzca por favor, por su propio bien. Observen a los niños, incluso con sus pequeñas bicicletas o triciclos enseguida aprenden por sí solos cuándo tienen que frenar. En la autoescuela también es raro ver a alguien que no se dé cuenta de cuándo está circulando por encima de sus posibilidades, otra cosa es que se deje llevar por el pánico e incluso acelere más, pero esto se corrige, siempre que uno se dé el tiempo necesario para ello, si no... Los pocos alumnos que he conocido que no percibían cuando iban demasiado rápido de verdad, era porque tenían otro tipo de problemas por cuya solución nada se podía hacer en ninguna autoescuela. 

Cuando conocí a Gerardo hacía dos años que, entre otras, había tenido la experiencia de conducir camiones muy viejos que habían pasado por innumerables manos, muy maltratados en su manejo, y a 80 km/h (no daban más) siempre que fuera posible; eran del ejército, pueden hacerse a la idea. En ese tiempo, en claro contraste, también llevé bastantes veces un Mini Cooper 1300 de un amigo y compañero, nuevo, en perfecto estado y siempre en buenas manos. Con aquel Mini de tan grato recuerdo llegué a ver velocidades indicadas de 160 y 170 km/h en unas cuantas ocasiones; bien, pues podría jurar (no me gusta pero podría hacerlo) que era mucho más seguro ir con aquel precioso coche a esas velocidades (seguramente unos 150 km/h reales) que con aquellos camiones a 80 que, para más inri, iban bastantes veces cargados con botellas de oxígeno o bidones de combustible. Muy emocionante. Y eternamente agradecido a mi ángel de la guarda. 

Hablando de coches excepcionales, este Rolls Royce Silver Ghost de 1923
perteneció al Maharajá de Jodhpur. Nació en el Reino Unido, vivió en la India
y ahora está en uno de los cielos de los coches, en un pequeño pueblo cerca de Blbao (Galdames)
en el museo de automóviles Colección Miguel de la Vía en la Torre de Loizaga.
Es tiempo de vacaciones, si tienen oportunidad no se pierdan hacerle una visita.
La otra lección de Gerardo que también aprendí en el Parque Infantil de Tráfico fue referente a que siempre había que saber exactamente en qué punto te ibas a cruzar con el vehículo que venía en sentido contrario. En esa ocasión no dije nada, simplemente me quedé pensando que, evidentemente, era una información muy útil (sobre todo si se está pensando en adelantar) y en la que yo no había reparado. La verdad es que nunca había tenido problemas en este sentido a la hora de adelantar, pero a medida que empecé a poner en práctica esos cálculos mejoré en seguridad y eficacia al hacer esa maniobra. 

Parece que en los últimos años está ganando fuerza y adeptos entre mis colegas de oficio la idea de que es necesario ampliar los contenidos en los cursos de profesor, que nuestro título sea reconocido por el Ministerio de Educación, que el curso se amplíe hasta equipararlo a la Formación Profesional e incluso a una diplomatura, que tales cosas “dignificarían la profesión” y nos haría acreedores del respeto de las administraciones públicas y de la sociedad en general, que si deberíamos reciclarnos obligatoriamente y con cargo al Estado, claro; mal asunto este de que a un docente le tengan que obligar a ponerse al día, digo yo. Cuando oigo o leo estas cosas y miro los vivos recuerdos que tengo de hombres (y alguna mujer) que sólo con estudios primarios o sabiendo a duras penas leer y escribir, sabían tanto de mecánica, automóviles, carretera y tráfico, y además enseñaban tan bien, no puedo evitar preguntarme ¿para qué? ¿Qué necesidad hay de tanta alforja para este viaje en el que, curiosamente, casi nunca se añade la de la propia experiencia como conductor? 

Por más que sin exceder ningún límite de velocidad, sienta que esta es excesiva
para usted en un momento dado, recuerde siempre que puede reducirla de inmediato.
Mire atrás, y con suavidad y determinación: ¡frene!
Fuente: nevseoboi.com.ua
De acuerdo que el saber no ocupa lugar, mas poco parece que les cunda a tantos licenciados y algún que otro doctor que afirmando ser “expertos” en seguridad vial publican sin pudor ni vergüenza tantas sandeces al respecto, hasta el punto de hacer lógico deducir que, o no conducen o ni siquiera tienen carnet. Así pues, qué quieren que les diga, me quedo de todas todas y sin ninguna duda con mis veteranos y expertos conductores de la vieja escuela, aunque algunos sean justo alfabetos, porque sé, que un consejo suyo me puede salvar la vida ya que él mismo lo ha probado, ¡y ahí está! Por el contrario, la mayoría de los actuales “expertos” en seguridad vial sólo transmiten lo que la entidad pública de turno les indicó que dijesen para que esta y sus decisiones ganen credibilidad amparada en sus títulos y pagándoles por ello sus buenos honorarios, claro. 

Tuve la suerte de acompañar a Gerardo conduciendo en varias ocasiones, tanto con el coche de la escuela como con el suyo (un Simca 1200 francés) y lo hacía perfecto, siempre, sin cometer un solo error, rápido, ágil y con extremada suavidad, manteniendo todas la fuerzas en un equilibrio tan logrado que hacía difícil sentirlas, sin que nada le sorprendiese nunca, sabiendo lo que iba a hacer (o podía hacer) todo el mundo con tiempo. Era un placer acompañarle mientras conducía. Y verle enseñar también. En las clases de maniobras coincidíamos todos en los mismos lugares y nos podíamos observar bien; ponía entusiasmo, ganas, ilusión, sintetizaba las explicaciones de maravilla y sabía extraer la quintaesencia de los alumnos, que aprendían bien, rápido y contentos. 

Elisa Alòs, en uno de sus habituales comentarios en este blog (gràcies, Elisa!) nos recordaba algo tan evidente como olvidado: para enseñar algo, lo primero de todo es saber mucho sobre ese algo. Luego para enseñar a conducir, un profesor que se precie debe experimentar al volante tanto como pueda

Conozco y tengo constancia de profesores muy jóvenes que acumulan una considerable y buena experiencia en la carretera, y lo contrario: profesores con más de 40 años en la antigüedad de su permiso de conducir que sólo han hecho uno o dos viajes largos en su vida. Por supuesto, si tuviese que elegir entre un instructor joven y otro mayor -ambos con poca experiencia- me quedo con el primero sin ninguna duda, quizá no haya tenido oportunidad, pero el mayor es seguro que la tuvo y persistió en dejarla pasar. 

"Aprendiendo a conducir" Una película de Isabel Coixet muy recomendable.
Y el señor de la India un colega con el que seguramente me llevaría bien.
Fuente: https://es.wuaki.tv/movies/aprendiendo-a-conducir  
Sé que algunos compañeros de fatigas me regalan generosamente su atención y su tiempo leyendo lo que escribo, lo que me hace sentir honrado y muy agradecido, desde luego. Por ello, y con todo mi respeto, me tomo la libertad de sugerirles: a los más jóvenes, que se esfuercen en conducir tanto como les sea posible por todo tipo de carreteras y en todo tipo de condiciones, que imaginen que Gerardo es su compañero y que tomen buena nota de lo bien que supo dar una aplicación pedagógica a su excepcional y dilatada experiencia al volante; y a todos, independientemente de la edad, que imaginen que la persona que llevan sentada a su izquierda es su hijo, hermano, cónyuge, sobrino... obviando el exceso de confianza que nos pueden dar estas relaciones, claro. 

Termino con una cita de un compañero de Vizcaya, Antonio, natural de Córdoba, que decía con fina ironía, falso cinismo y toda franqueza: “ Al alumno hay que enseñarle bien siempre, aunque sólo sea porque cualquier día puedes encontrarte con él en la carretera.” Naturalmente, Antonio también es experto en la carretera y le gusta conducir, si no, ni se le ocurre ese acertado pensamiento. 
Esteban 

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P. S.: Olvidé hacerles una sugerencia que a mí siempre me ha resultado y me resulta muy útil porque se puede aprender bastante más de lo que parece de ella: siempre que tengan ocasión escuchen atentamente a personas que por afición u oficio conozcan bien la carretera y cuenten cosas sobre su experiencia en ella. Normalmente hay que tener un poco de paciencia, pues en un primer momento es fácil que se expresen de un modo, como se da en llamar ahora, “políticamente correcto”; pero si les dan un poco de tiempo y se ganan su confianza se acabarán sincerando. Que lo disfruten.

Entradas relacionadas: GERARDO. Y LA IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA. "APRENDIENDO A CONDUCIR". TORRE DE LOIZAGA O VIVIR UN CUENTO EN 3D. ASÍ APRENDÍA A CONDUCIR (7)

miércoles, 22 de junio de 2016

GERARDO. Y LA IMPORTANCIA DE LA EXPERIENCIA (1)

Más preciso y completo para esta entrada hubiese sido este título: “Gerardo y la importancia de la experiencia como conductor para ser profesor de autoescuela”. O Profesor de Formación Vial (PFV), como prefieran; o “pisapedales”, entre amigos es mi título preferido, aquí todo el mundo me dice que hace feo. En todo caso me hubiese ocupado más de un renglón, cosa que procuro evitar. Demasiado largo. 

Gerardo no pudo conducir este coche, es del año pasado, pero sí varios de sus
"hermanos mayores" y que le fueron contemporáneos.
Fuente: Cortesía de Alisa Alòs. Gràcies!

Gerardo es la persona que mejor he visto conducir en mi vida hasta ahora. Y lo digo en sentido literal, eso que he tenido la suerte de conocer a muchos hombres, y alguna mujer, que conducían y conducen extraordinariamente bien, y desde niño. Pero si tengo que hacer una lista el primer lugar, por el momento y sin ninguna duda, lo ocupa Gerardo, a quien Dios tenga en su gloria y en paz descanse. Estoy seguro de que él utilizaría esta misma expresión en referencia a su muerte ocurrida a comienzos de la década de los 80 tras una corta y grave enfermedad.

El mencionado puesto de esa imaginaria lista no se lo otorgo a título póstumo, al menos me queda el pequeño consuelo de habérselo dicho personalmente en su momento y también a nuestros compañeros, sin embargo he de añadir una aclaración: me refiero a ver conducir a una persona en vía pública y ocupando yo el asiento delantero derecho del coche que manejaba. En circuito, y desde el mismo asiento, también tuve la suerte de ver a un conductor magnífico: Salvador Cañellas padre, pero esto no fue en calles y carreteras abiertas al tráfico sino en Can Padró, muy cerca de Barcelona, lo que no me permite compararles aunque imagino que ahí se andarían ambos en los dos terrenos. 

Era el año 1978, estaba trabajando en una autoescuela de Gijón que ya hace unos cuantos años que no existe y que tomaba el nombre de esta ciudad, y donde me saqué mi primer carnet, quién me lo iba a decir. En aquel año, estábamos como profesores en aquella escuela -aparte del jefe, su hermano y un hijo del primero- cuatro más, comenzando nuestra labor allí, más o menos, a la par. Tres éramos de la misma edad (unos 24 años) mientras que el otro compañero podría tener claramente los mismos años que cualquiera de nuestros respectivos padres, o algunos más. Pero nos llevábamos bien, a pesar de ser un grupo bastante heterogéneo en realidad. 

Así estaban las cosas por entonces en aquella escuela cuando el jefe decidió contratar a un profesor para sustituir a nuestro compañero mayor que decidió irse a vivir literalmente a las antípodas, a Australia, de donde había venido hacía pocos años. Y entonces llegó Gerardo. Recuerdo bien cuando me lo presentó la secretaria y también que me causó una primera impresión... no sé, un tanto extraña y contradictoria. Sabía, porque coincidió que fui el último en conocerle, que también era “mayor”, que venía de Francia -aunque era de Asturias igual que “el australiano”- que parecía un tanto raro y enigmático... La verdad es que en aquella escuela coincidimos un grupo bastante atípico, pues otro compañero de los que no éramos familiares del jefe era mexicano, hijo de asturianos pero nacido y criado en México. Como ven eso de la “globalización” no es nada nuevo, allí sólo estábamos dos que aún no habíamos salido al extranjero y de Asturias poco.

Como este es el coche que yo le conocí a Gerardo:
un Simca 1200 "francés", hacía hincapié en esta palabra.
Fuente: pasionslot.mforos.com
Nunca me gustó, ni siquiera en la adolescencia ni arranque de la primera juventud, aferrarme demasiado a la primera impresión que me cause una persona, entre otras cosas, porque yo mismo puedo dar una sensación pésima en un primer contacto y, sin embargo, me gustaría que me diesen una segunda oportunidad, por lo menos. Todos tenemos múltiples facetas y no siempre mostramos la más agraciada. Además, en esta idea no he tenido más remedio que profundizar (afortunadamente) por imperativos gajes del oficio. 

Más que su físico, cuerpo delgado y enjuto, baja estatura, aparente carácter nervioso (más bien vivaracho), rasgos celtas, sumamente educado... destacaba a mis ojos, sobre todo, su gran pulcritud. Y bien está, que uno vaya aseado y presentable, claro, pero tanto... Siempre tiendo a pensar que cuando alguien se me aparece tan perfecto por fuera es porque así pretende encubrir inconfesables vicios y defectos, pero fueron pasando los días y a Gerardo no le vi ninguno, francamente. Ninguno. Y conduciendo y enseñando, menos.

Creo que ni llegó al año el tiempo que coincidí con Gerardo, pero enseguida entablamos amistad y los viernes que acabábamos al mismo tiempo la faena solíamos tomar juntos una cerveza o un gin-tonic en la cafetería que había debajo de la escuela antes de llevar los coches al garaje. Allí, sentados en la barra en unos cómodos taburetes y a una hora en la que coincidía poca gente, en un ambiente tranquilo y agradable charlábamos un buen rato; bueno, yo en realidad hablaba poco, escuchaba mucho y hacía alguna que otra pregunta al hilo de lo que oía porque me quedaba casi -o sin casi- igual de maravillado que cuando de niño era testigo de las charlas de aquellos chóferes de camiones mientras comían en la fonda “El Sopapu”. 

Un "taxi" para pilotar. La leyenda que marcó un hito en la historia de Seat.
Fuente: Auto Límite.
Los buenos aficionados disfrutarán del enlace anterior, y de este:
Vicente del Valle
Mi nuevo compañero me daba lecciones magistrales con ese “no hubo intento” que decía Rubén Darío y que tanto me gusta, lecciones que iba absorbiendo como una esponja y que luego iba escurriendo en las mías propias hasta sin darme cuenta. Además me resultaban muy exóticas, porque Gerardo se había ido a Francia de chaval y estuvo trabajando como chófer de diferentes personalidades: aristócratas -me hablaba de una princesa con especial sentimiento, tras el cual yo imaginaba uno de esos amores imposibles, tan terribles siempre-, magnates diversos y hasta un ministro de defensa, general del Ejército del Aire y ex piloto de caza. Había conducido por todo el país, innumerables veces y por todos los países próximos: Bélgica, Alemania, Suiza... Había conducido por todo tipo de carreteras, incluidas muchas de los Alpes. Tenía una experiencia asombrosa y excepcional siempre con coches de alta gama con motores de 8 y 12 cilindros y de cuyo mantenimiento y algunas reparaciones también se ocupaba, así que también aprendía mecánica práctica. Gerardo había recorrido toda Europa central, siempre “volando bajo”, por imperativo mandato del guión como dicen en Hollywood, y con patente de corso, claro. 

Respecto al mantenimiento y cuidado de los coches, Gerardo había desarrollado una especial sensibilidad como sólo he visto en mi vida a unos pocos mecánicos; por supuesto sabía poner a punto el sistema de encendido de un coche de oído y regular un carburador de doble cuerpo igualmente, de ambas cosas fui testigo, parecía un mago. Los cuatro profesores “de la parte fuera” como se suele decir en Asturias, trabajábamos con otros tantos coches idénticos, hasta las matrículas eran consecutivas, R-5 GTL concretamente, de color rojo y muy nuevos; bien, pues en un par de semanas, más o menos, el de nuestro nuevo compañero destacaba sobre los otros tres. Cada uno lavábamos “nuestro” coche la víspera del examen, a mano y en el garaje; yo procuraba hacerlo bien desde luego (siempre me pareció, entre otras cosas, una pérdida de tiempo sin sentido hacer el paripé), pero no sé qué demonios hacía Gerardo que a él siempre le quedaba mejor, y eso que me fijaba, porque coincidimos muchas veces en esa tarea y a veces hasta lo hacía adrede a ver si aprendía, pero no, algo se me escapaba.

Antes de aquellas magistrales clases de los viernes que Gerardo tenía la deferencia de impartirme en exclusiva tan generosamente, ya había aprendido dos cosas muy importantes de él que siempre he tenido muy en cuenta desde entonces. Dos o tres días antes del examen llevábamos a los alumnos al Parque Infantil de Tráfico donde tendrían que hacer las pruebas de maniobras, y como tenían que estar solos en el coche durante las mismas, casi siempre se podían aprovechar unos minutos para hablar con otros colegas. 

Eliminar las maniobras en pista para el permiso de coche ha sido un grave error
de la DGT que aún estamos pagando todos unos 20 años después. Y lo sabían, y lo saben.
Fuente: www.autofacil.es
Uno de esos días, cuando ya me pude bajar del coche, vi a unos compañeros charlando y me acerqué; estaban hablando de conducir a velocidades elevadas, buenas carreteras y buenos coches, Gerardo contaba cómo tuvo que trabajar en Francia, cómo las velocidades de crucero en torno a los 200 km/h eran su pan nuestro de cada día, cómo, no pocas veces, por razones tan frívolas como ir a buscar unas preciadas fresas a no sé cuántos cientos de kilómetros para regresar con ellas a Paris antes de la hora de la comida de quien a la sazón era su jefa o jefe, entonces yo expresé que era una suerte de trabajo, que ya me gustaría... y él, espontáneamente y de inmediato, me miró al mismo tiempo que hacía ese conocido gesto de pinzar la nuez con el índice y el pulgar, levantar un poco el mentón y decirme “...así, así vas Esteban, te lo juro. Es mucha tensión. No puedes cometer ningún error, ¡ni uno! Y lo peor no es que te mates tú, es que puedes matar a alguien, aunque sea por culpa suya”. Tenía razón.

Esteban

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martes, 7 de junio de 2016

CURSO DE AMAXOFOBIA... ¡Y A CONDUCIR SIN MIEDO!

Esa puerta abre otras puertas y esa llave otras cerraduras. Esto es más que un aviso o un anuncio: es una buena noticia. Y les ruego que la divulguen cuanto les sea posible, por favor; siempre que, por supuesto, les parezca bien, oportuno y adecuado. 


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Pongamos a prueba el llamado boca a boca, literalmente y con las herramientas que ahora tenemos a nuestro alcance. Pongamos un grano de arena, o un puñado, con una cierta constancia; al fin y al cabo, todos utilizamos calles y carreteras en cualquiera de los papeles posibles: conductor, pasajero y peatón. Y a todos nos conviene siempre que quienes conduzcan puedan conducir sin miedo

Conducir con temor siempre lleva a cometer más errores. El primero ocultarlo, lo que es bastante común, sobre todo entre los hombres; y si es de cara a los demás carece de importancia, pero ocultarnos alguna certeza a nosotros mismos ya es otra cosa: un peligro. Porque ese vano intento de engañarnos impide adoptar soluciones haciéndonos andar un camino cada vez más lleno de trampas, hasta que inevitablemente caemos en alguna de ellas.

Llevo décadas trabajando con personas que tienen miedo a conducir, pero este curso que les presento hoy cuenta con la importante aportación de un doctor en psicología y profesor de la Universidad de Deusto (don David Herrero) además de un servidor. Lo que ha sido posible gracias a la colaboración establecida con la empresa ITSAK (Auditores de Seguridad Vial) y la Fundación Vasca para la Seguridad Vial HELTZEN FUNDAZIOA

Luego si se sabe qué ocurre y se aprende qué hacer... ¡adiós miedo!
Lo dicho, naturalmente, me hace sentir muy honrado y muy agradecido; pero también entusiasmado y alegre (ya les dije que les daba una buena noticia) porque, que yo sepa, el programa de este curso -basado en mi trabajo y experiencia- es el más completo y eficaz del que hasta ahora he tenido noticia y se sustenta en tres pilares muy sólidos y exclusivos, al menos en su conjunto: 
  • Presencia de psicólogo, Especialista en Psicología del Tráfico y Seguridad Vial entre otras competencias. 
  • Clases o sesiones prácticas en vía pública con el coche del alumno acompañado por un Profesor de Formación Vial veterano y con dilatada experiencia tanto en su faceta de conductor como en la de docente. 
  • Seguimiento posterior de la evolución de las personas participantes. 


La construcción del curso es sólida, eficaz y útil para todos, pero es necesario otro pilar para lograr la máxima estabilidad y cerrar el círculo: las personas que en él participen con su imprescindible aportación de entusiasmo, alegría y capacidad de trabajo, dispuestas a aprender sobre sí mismas a medida que van haciendo suyo su contenido. 

CONTACTO Y MÁS INFORMACIÓN

ITSAK, Auditores de Seguridad Vial
Tel.: 944 793 294

Si precisan de alguna información adicional sobre mi labor me encontrarán en este número: 633 388 053, y en este correo: esteban@conducirsinmiedo.es  

¡Muchas gracias por su ayuda!

Esteban

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jueves, 2 de junio de 2016

ADIÓS, RIPLEY

He oído muchas veces que en este fabuloso mundo de Internet las relaciones personales están llenas de mentiras, engaños, fantasías y espejismos. Sin embargo yo creo que no, que aquí, para bien o para mal, afloran con más autenticidad de la esperada filias y fobias, que hay más verdad en la soledad de un  escritorio donde para cada cual es más fácil expresar lo que piensa y siente sin los filtros de la timidez y el miedo que en la llamada vida real.

Casualmente,
esta es una de las pocas fotos que hice la última vez que estuve en Madrid.
¿Casualmente?
Nada que ver con las tuyas, Adolfo, pero va por ti.
Y, quién sabe, igual hasta te inspire una carcajada o una irónica sonrisa.
Desde luego que desde aquí la maldad también teje horrores, a la que pueden ser muy vulnerables niños y jóvenes porque aún no han tenido oportunidad ni tiempo de aprender mucho sobre la naturaleza humana, pero para los adultos pienso que es más fácil caer en trampas similares en el mundo real. 

Dentro de la galaxia de Internet, se podría decir que hay un sistema solar llamado “blogosfera” con su propia vía láctea. En ella se ha apagado la estrella Ripley. Es el primer caso que conozco, y estremece. No sé si ha dejado de lucir porque ha mutado, se ha ido a otro universo paralelo... sabe Dios. En todo caso ojalá este lo tenga en el hueco de su mano. 

Supe hoy de esto que les cuento en el blog de mi amigo y tocayo chileno que pueden ver aquí. Escribí lo que sigue en el blog de Ripley pensando en él, lo dejo en tinta azul, el color dominante del cielo de su querido Madrid. El enlace para su blog lo dejo en su sencillo y significativo título: "PASABA POR AHÍ".

Le conocí poco y hace poco tiempo, pero el dolor me inspira respeto y su escritura admiración plena en forma y fondo. Lamento su muerte y me quito el sombreo ante su permanente lucha y lúcida consciencia.

Este adiós definitivo siempre nos enfrenta de golpe a nuestra absoluta ignorancia sobre lo que de verdad importa y a la soledad del hombre. Quizá Ripley esté celebrando ya el descubrimiento de todos los misterios en ausencia total de soledad y dolor. Así sea. 

No sé muy bien porqué escribo todo esto, pero lo siento necesario. También soy de  la opinión de que nunca está de más pensar algo en la única certeza absoluta que todos tenemos en común. 

Esteban