jueves, 28 de julio de 2016

LAS AUTOESCUELAS Y EL PERMISO POR PUNTOS (y 2)

¿QUÉ SUPUSO EL PERMISO POR PUNTOS PARA LAS AUTOESCUELAS?

Fundamentalmente, la consecución de un sueño largamente gestado: vender dos veces, o más. En la entrada anterior les pedí que se imaginaran en 1960, ahora les invito a situarse unos 40 años después, en los alrededores del año 2000. Han cambiado muchas cosas; salvo los jóvenes, ya casi todo el mundo tiene carnet de conducir, y aquellos son bastante menos numerosos que 20 o 30 años atrás, sin embargo hay muchas más autoescuelas, bastantes más profesores y en constante incremento... la tarta es más pequeña y somos más comensales. 

El automóvil es un sueño hecho realidad que expresa independencia y libertad. 
Algo que el poder siempre interpreta como una peligrosa amenaza. 

La situación queda compensada en parte por la llegada de emigrantes, pero su flujo no será constante, a los de algunos países hermanos de América se les convalida su permiso, otros no tienen reparo en conducir sin carnet. En aquel mercado que parecía infinito se empiezan a vislumbrar límites, y las autoescuelas, normalmente sólo venden una vez. 

Si se pudiese encontrar una fórmula para que los conductores vuelvan a la autoescuela obligatoriamente cada cierto tiempo... al renovar su carnet cada diez años, por ejemplo. ¿Pero qué político se atrevería con algo así? Hay elecciones cada cuatro años, ¿cómo no recordar a quien nos obligó a volver a la autoescuela? No, esto es inviable; pero, ¿y eso del carnet por puntos? En otros países de Europa existe. 

A ver, déjeme que lo piense un poco... si se da un saldo de puntos inicial, aparentemente alto, y tras varias denuncias por infracciones graves se van restando hasta que queden muy pocos o ninguno, casi todo el mundo verá con buenos ojos que esas personas vuelvan a la autoescuela y paguen con su dinero el precio del curso, incluso que hagan un examen cuando los han perdido todos, si además es algo “oficial”, el precio puede ser fijo y elimino problemas de competencia en este aspecto, también puede ser relativamente alto (nadie lo verá mal, de hecho será parte del castigo), si además limito de algún modo el número de autoescuelas que puedan optar a impartir los cursos casi nos ponemos en los felices sesenta; ¿y el curso teórico, práctico o ambas cosas? Teórico, se limitan gastos. Y podemos invitar a otros actores: psicólogos y asociaciones de víctimas de accidentes de tráfico. Que vean qué majos somos, oiga. Se ganará algo menos, pero tendremos un buen respaldo ampliando el espectro social de participación, y las asociaciones de víctimas están muy activas en los medios y todo el mundo las respeta.

Ahora quieren que nos movamos juntos y lentos, como en los autos de choque.
Distraídos, para caer más fácilmente en sus trampas. Nada les importa si hay
más accidentes, ya moldearán las estadísticas a su conveniencia.
Fuente: 
Unsplash | Free High Resolution Photos
Es perfecto, ¿verdad? El político no sólo no arriesgará votos, probablemente los sume; y por la cuenta que le trae, ya se encargará de transmitir los datos estadísticos adecuados (sean ciertos o no) y de pagar con dinero público cuantos “estudios” sean necesarios y cuyas conclusiones son “sugeridas” de antemano, y asunto resuelto. ¿Qué pensará el público de todo esto? Pues le encantará, porque si después de tener 12 o 15 puntos alguien es tan torpe, incívico, salvaje o delincuente como para perderlos y verse obligado a hacer un curso... 

- Pues mira, oye, se lo ha ganado a pulso; y suerte que tiene, porque si de mí dependiese, le confiscaba el coche, le metía tres años en la cárcel y no le dejaba volver a conducir en la vida. 
- No se pueden permitir esas locuras que se ven en la carretera, ¡qué los saquen de ella! 
- Yo, de verdad te digo, te lo juro por lo que más quieras: veinte años conduciendo (20, que se dice pronto) y nunca me han puesto una multa y jamás he tenido un accidente. 

¿Cuántas veces no han oído estos breves monólogos? Cuántas veces, si sigue atento a la escucha, asiente de vez en cuando, sonríe y muestra que comparte ese discurso, si además existe una cierta confianza y le da tiempo... cuántas veces su interlocutor no acaba soltando algo así como... 

- Bueno, una vez sí que me pusieron una multa pero aquel guardia era un... (rellene los puntos suspensivos con el insulto que prefiera, siempre lo hay). 
- No tenía razón, mira que se lo dije, pero, ya sabes, es mi palabra contra la suya, ¡a ver quién le baja del burro! 
- Bueno, y una vez también me dieron un golpe, de chapa solamente, pero no fue culpa mía, eh; y menos mal que anduve vivo y esquivé un poco, porque si me da de lleno me mata aquel desgraciado. 

¿Cuántas veces no ha escuchado cosas como estas o muy parecidas? Somos muy puñeteros, permítanme la expresión. Puñeteramente imbéciles. Nuestros políticos lo saben, se aprovechan de ello y estimulan que sigamos así porque de este modo somos mucho más fáciles de manipular. 


El Gran Hermano en España empezó su labor en las carreteras, incrementa y
extiende su presencia, pero tenga por seguro que irá mucho más allá.
Fuente: revista DGT.
UNA REUNIÓN MUY REVELADORA EN BILBAO

Sería el año 2004 o 2005 cuando la Asociación Provincial de Autoescuelas de Vizcaya (APAVI) y adscrita a CNAE, invita a todas las autoescuelas no asociadas de la provincia (seríamos una decena, aproximadamente) y a un buen número de las asociadas a una reunión en su sede de Bilbao. La normativa del permiso por puntos ya estaba prácticamente definida y el que más o el que menos bastante al tanto de la misma y de su pronta entrada en vigor. 

La primera noticia que tuve del carnet por puntos me vino del Reino Unido allá por la década de los ochenta, y también que los camioneros británicos hicieron una huelga bastante seria para evitar su implantación. No lo consiguieron, pero al menos lo intentaron; aquí, nadie hicimos nada, a pesar de ser evidente que los conductores profesionales somos los más amenazados por este tipo de normas, por más que a muchas personas les sorprenda, sin embargo es un hecho que cuantos más kilómetros se hagan más posibilidades hay de ser denunciados por alguna infracción y de perder puntos. 

- Ah, ¿pero cometes infracciones? 
- Pues sí, y más de las que te imaginas me han salvado la vida. Aparte de que también me equivoco, claro.
- Ah, no, yo voy siempre legal, no quiero que me multen.
- Yo tampoco, pero, ¿siempre cumples con todas las normas y señales? 
- Claro.
- Pues perdona, pero no me lo creo. Vamos, nunca he conocido a nadie que siempre respete todas las normas; ni en referencia al tráfico ni en ninguna otra cosa que le afecte en su actividad diaria. Hombre, si conducir -o lo que sea- se hace muy pocas veces... pues igual sí, pero si no es imposible. 

Por supuesto, los conductores profesionales cometemos infracciones; en general y en términos relativos muy pocas, pero en términos absolutos bastantes más que un conductor ocasional o, que aunque conduzca todos los días siempre hace el mismo recorrido de ida y vuelta al trabajo. Así que, cuando en aquella reunión nos hablaron del permiso por puntos y todas las supuestas ventajas que para nosotros iba a suponer, especialmente si los no asociados, por fin, decidíamos formar parte de APAVI (verdadero motivo de la reunión), un servidor, no vio ventajas por ninguna parte y así lo hice saber en cuanto tuve ocasión. Me miraron todos como si fuese un marciano, cosa a la que por cierto ya estaba acostumbrado, me solía pasar en todas las reuniones las convocase o no APAVI.


 

Cuántos kilómetros cantando con Paco Ibáñez... Qué lo disfruten. 

Cuando ya conté lo del Reino Unido y, que para empezar, nosotros seríamos los primeros perjudicados, unos cuantos compañeros coincidían conmigo, pero argumentaban que deberíamos tener más cuidado (no sin razón), y, que aparte de eso, todo lo demás eran ventajas: Por fin, personas con permiso volverían a la autoescuela. Sí, ¿pero con qué actitud? En general muy negativa: irían obligados y la mayoría sintiéndose víctimas de una injusticia o de una pésima mala suerte cuando no de ambas cosas. Mal comienzo para impartir ningún curso, en un principio no resulta nada atrayente trabajar así, a mí no. Además, también quedó claro todo lo siguiente:
  • Cualquier autoescuela no podría ofrecer los cursos.
  • Las que sí pudieran, tendrían que tener acceso e instalaciones aptas para personas discapacitadas, cosa que la inmensa mayoría no teníamos, luego habría que hacer obras.
  • Había que contar con un psicólogo, ¿y qué hacíamos? ¿Un contrato por horas, mercantil...? En todo caso, había que pagarle su trabajo, claro.
  • Tanto el psicólogo como el profesor, necesitaban hacer un curso de formadores (unos 900 euros cuesta ahora), como si no fuese suficiente para ambos con estudiar el programa. 
  • También había que comprar el material didáctico correspondiente.
  • En ocasiones, también habría que contar con una persona que fuese víctima de algún accidente de tráfico y perteneciese a alguna asociación de ese tipo; no tienen ánimo de lucro, pero tampoco estaba nada claro si habría que hacer alguna donación.
Seguro que me dejo cosas en el tintero, además escribo de memoria y sin documentarme por falta de tiempo, pero sin duda, el asunto empezaba a quedar absurda e innecesariamente restringido, y aún quedaba el mayor despropósito de todos: aun cumpliendo todos los requisitos ninguna autoescuela podría impartir los cursos libremente sino enmarcada dentro de alguna asociación que licitase la oportuna concesión administrativa, concesión a la que también podían optar otras empresas, otras asociaciones, clubs de automovilistas... 

Para mí, esta fue la gota que colmó el vaso. Seré muy corto de entendimiento, pero no me cabe en la cabeza que el Estado confíe a las autoescuelas la formación de conductores, que disponga de un reglamento para ordenar su funcionamiento, que supervise nuestra labor con inspecciones regularmente y, oficiosamente, también con los exámenes (una vez por semana, normalmente), que nos obligue a firmar un contrato con el alumno (me parece bien) con cláusulas regladas y modelo publicado en el BOE, también es cierto que existe la posibilidad de pactar y añadir otras condiciones libremente entre el alumno y la escuela, que facilite que se hagan públicos los porcentajes de aptos y no aptos de cada escuela sin tener en cuenta (por lo menos) los datos geográficos, sociológicos y económicos de la población o el barrio en la que está ubicada, no se pueden comparar resultados de aptos entre una escuela de Madrid y otra de Soria, por ejemplo; además, ¿por qué no publican también los resultados de las calificaciones de sus funcionarios examinadores, y las de los profesores de instituto, etcétera? Que nos exijan todo esto para poder enseñar a conducir y luego aparten de un plumazo al 96% de las autoescuelas de los cursos de recuperación de puntos es injusto y absolutamente ilógico, tanto para escuelas como para alumnos, pues a estos también se les priva del derecho de ir a donde quieran. 

Fuente: es.123rf.com 
Los cursos para recuperar los puntos deberían impartirlos exclusivamente las autoescuelas, y con toda libertad. Nadie más. Por la sencilla razón de que nadie está tan cualificado para esta tarea. El sistema de concesiones aquí no tiene sentido, salvo, claro está, como caldo de cultivo de comportamientos corruptos; y desde luego no fue casualidad que naciera así. Otra posibilidad, más teórica que práctica, es que lo hiciese la DGT directamente a través de sus funcionarios examinadores en las distintas jefaturas provinciales, otra cosa sería explicar cómo es que confían en las autoescuelas para enseñar a conducir a una persona que parte de cero, y luego, esa misma persona no puede recuperar puntos en esa misma autoescuela si lo necesita y desea. 

Ya expliqué en la entrada anterior porqué el permiso por puntos no me gusta y, en mi opinión, dicha normativa debería ser derogada. Pero seguramente esto no ocurrirá en mucho tiempo. Hace bastantes semanas que tenía en mente escribir sobre esto porque nunca le había dedicado una entrada, y por aquello de la cifra tan redonda del décimo aniversario, aunque sí expuse mi parecer sobre este asunto en diversos foros, algunos medios de comunicación y aquí mismo en algunos comentarios.

Hace apenas unos días, todos los medios hicieron público el escándalo surgido en la DGT a raíz de una conversación entre la señora Carrera, subdirectora en dicha entidad (ya cesada) y el señor Baez, actual presidente de CNAE. Comportamientos de este tipo con estos u otros protagonistas son muy viejos, y prácticamente, todos los de mi oficio y todos los funcionarios de tráfico lo sabemos. No tengo intención de entrar al trapo en este asunto, porque no es nada nuevo, porque, ya no es sólo que se viese venir, es que nació así, el permiso por puntos llevaba el gen de la corrupción antes de ver la luz; sin embargo, durante toda una década todo fueron alabanzas, vítores y aplausos, sin apenas voces discrepantes. Ahora, de repente, sólo se escucha rasgar de vestiduras haciendo que me duelan los oídos. Detesto formar parte de una turba de linchamiento, es ruin, miserable y cobarde. Me niego. 

Y el señor Baez será lo que se quiera, pero es indudable que jamás hubiese podido hacer lo que hizo sin contar con el apoyo casi unánime de las autoescuelas de toda España y de los distintos gobiernos de la DGT. Ya saben que sostengo que el permiso por puntos fue gestado como un negocio, y agradeceré que se haga justicia, naturalmente, pero esta no se dará mientras no se revise atentamente la gestión de Pere Navarro (dos legislaturas al frente de la DGT) y la del responsable de la increíble Cátedra de Seguridad Vial de la Universidad de Valencia (Luis Montoro) y el INTRAS, instituto de investigación de tránsito íntimamente ligado a ambos

Cuando antes les hablé de la reunión de Bilbao, olvidé decirles que llegué a pensar -visto que estarían los cursos de recuperación de puntos en manos de una minoría de autoescuelas- que sería el suicidio de CNAE. En buena lógica, digo yo, la mayoría de las autoescuelas excluidas (más o menos un 96%) del nuevo mercado creado dejarían de pertenecer a CNAE y esta organización acabaría desapareciendo. Pues no, incomprensiblemente no ocurrió nada de esto. ¿Ustedes lo entienden? Yo tampoco, ni así viva mil años.

martes, 26 de julio de 2016

LAS AUTOESCUELAS Y EL PERMISO POR PUNTOS (1)

AUTOESCUELAS 

No tengo intención de contar la historia de las escuelas de conducción en España, sin embargo creo que es necesario hacer un breve repaso de la misma si de verdad queremos llegar a la raíz de por qué la mayoría de los propietarios de autoescuelas (titulares, se dice en nuestro gremio) y muchos de sus profesores se convirtieron en firmes defensores del permiso por puntos. 

En 1912 se fundó la Autoescuela Barcelona en Bilbao.
En segundo plano se ve la base del monumento al Sagrado Corazón.
Fuente: Autoescuela Barcelona de Bilbao.

El automóvil nace a finales del siglo XIX, llega a España en 1900 y muy pocos años después (1906) abre en Barcelona la primera “Escuela de Chauffeurs”, posteriormente y en el mismo año se crea otra escuela en Madrid. El nuevo invento comienza una rápida e imparable andadura que se extiende por todo el mundo, lo cual es perfectamente lógico ya que da respuesta a una necesidad vital, ancestral y universal del ser humano: disponer de un medio de locomoción autónomo y propio que le permita moverse con libertad a una velocidad notablemente mayor de la que puede lograr con su cuerpo

El automóvil se expande con sobresaliente éxito, pero tiene un serio inconveniente: es muy caro. Tanto, que sólo la clase dirigente y política y el estado pueden acceder a él, para el resto es inaccesible, pero queda adherido a sus deseos y a sus sueños.

Casi toda la primera mitad del siglo XX, España vive convulsa y empobrecida, oscura, aislada, analfabeta y bruta, sin que nos falte siquiera una cainita guerra de por medio, de la cual aún quedan supervivientes. A finales de la década de los cincuenta, y contando con la ayuda de Estados Unidos a modo de motor de arranque, España comienza su despegue económico. Y, sí, la ayuda será interesada, como la que también prestó al resto de Europa, pero no por ello dejó de ser francamente útil a toda la mitad occidental de este continente, logrando, entre otras cosas, que aquí empezase a florecer una incipiente clase media que, por fin, podía acceder al automóvil; y en la década de los sesenta y setenta también la clase obrera. 

Desde sus comienzos, alrededor del automóvil surgen oficios y negocios, algunos tan evidentes como mecánicos y talleres; fábricas, seguros, distribuidores y vendedores de combustibles y un largo etcétera que, incluye, cómo no, las autoescuelas; que surgen (ya desde el principio) como una necesidad real y lógica, de forma perfectamente natural. Los seres humanos necesitamos aprenderlo todo, en este caso, a manejar la máquina, a cuidar de ella y aprender también a movernos de forma civilizada y razonablemente segura por los distintos caminos, en los que no estaremos solos, precisamente. Otra cosa es quién se encargue de enseñarnos. ¿Empresas privadas, el estado, ambos de forma mixta? Pero eso es otra cuestión, a la que, a mi modesto entender, he dado respuesta en mi segundo libro: CARNET DE CONDUCIR (HISTORIA PERSONAL Y PROYECTO PÚBLICO). También pueden ver aquí la forma que considero ideal para aprender a conducir.

Por ahora, sólo está disponible
en versión digital y en Amazon
Por estos lares, y entre otras cosas porque la iniciativa privada suele tener reflejos mucho más vivos que la pública, de la formación de los conductores se encargaron las autoescuelas, la gran mayoría pequeñas empresas. Hay excepciones, prácticamente anecdóticas: aprendizaje por libre, y escuelas de automovilismo de la Policía y del Ejército. 

Imagínense cualquier autoescuela de España en 1960. Había muy pocas, y ante ellas un mercado potencial enorme. Como en otros muchos sectores, cuando una persona logra introducirse en ellos y ve un pastel tan grande para tan pocos comensales, es muy fácil que se vea fuertemente tentada a intentar mantener ese estado de cosas el mayor tiempo posible. 

A diferencia de otros gremios, en este se trabaja codo con codo con la administración; con el tiempo surgen intereses mutuos, un profesor puede tener especial empeño en que le apruebe un alumno en concreto alguna que otra vez, y un funcionario examinador y el mismo jefe provincial también tienen hijos, cónyuges, amigos... seguro que ya saben por dónde voy. En ocasiones, algunos colegas y algunos funcionarios se hacen favores de, por decirlo suavemente, dudosa legalidad. En ocasiones, nunca lo he visto pero sí he tenido noticia fidedigna de ello, hay dinero de por medio. Si todo esto puede asomar a nivel puramente particular, creando una asociación de autoescuelas a nivel provincial, y ya no digamos estatal, se forma un grupo de presión que puede obtener importantes beneficios, se permite a los asociados que mantienen la agrupación que den algún bocado al pastel y las mejores y más grandes porciones se las reserva la junta directiva, cuyos miembros, no lo olvidemos, también son propietarios de autoescuelas. Bien, pues básicamente, esto es CNAE (Confederación Nacional de Autoescuelas), cuenta con, lo que podríamos denominar delegaciones en todas las provincias o asociaciones adscritas a ella, en Vizcaya es APAVI (Asociación Provincial de Autoescuelas de Vizcaya), de este modo, CNAE engloba aproximadamente al 90% de las autoescuelas de España. Un dato sumamente significativo del que nunca formé parte.

Un veterano coche de escuela
con el que me encontré en Retro Clásica (Bilbao).
La Confederación Nacional de Autoescuelas (CNAE) siempre tuvo como fin absolutamente prioritario mantener lo más cerrado posible el mercado de las escuelas de conductores. No me gusta ser desagradable ni pretendo molestar a nadie, pero permítanme, por favor, un ejemplo grosero porque es muy claro: CNAE ha trabajado constantemente  por mantener lo más cerrado posible un coto privado de caza, donde los cazados son los potenciales alumnos (casi toda la población) y los cazadores los titulares de autoescuelas. Para ello ha ejercido un doble control sobre él de hecho y de derecho en constante persecución de dos fines: que ninguna persona tenga otra salida para obtener su permiso de conducir; y mantener un férreo control, no ya sólo sobre las autoescuelas que quieren ofrecer sus servicios a aquellos, sino también sobre el acceso a la profesión. 

En este, insisto, permanente y prioritario afán, CENAE, curiosamente, siempre contó con ayuda de todos los actores implicados: los potenciales alumnos porque siempre han tenido y tienen la posibilidad de aprender por libre (cosa que sólo hace una muy reducida minoría); los titulares de autoescuelas de forma abrumadoramente mayoritaria porque están convencidos de que mejor se mantienen bajo el cielo protector de CENAE aunque apenas o nunca lo toquen con las yemas de sus dedos; y los profesores que trabajan por cuenta ajena que, de poder elegir, muchos prefieren ejercer en una escuela asociada porque intuyen que así tendrán mayor estabilidad laboral, serán empresas más fuertes con menor riesgo de quiebra, etcétera. Y lo cierto es que todos tienen su parte de razón. 

Era 1986 y D. José Luis Martín Palacín estaba al frente de la DGT cuando
esta organizó el primer congreso de autoescuelas abierto a todos.
Una magnífica idea muy bien acogida por muchos compañeros.
Estuve allí, tengo muy buen recuerdo de aquella iniciativa, y lamento mucho
que nunca más se volviese a repetir, lo que debería haberse hecho cada 2 ó 3 años.
Fuente: HISTORIAS DE LAS AUTOESCUELAS.
Con este poder tan sólidamente cimentado, CNAE se convirtió hace ya bastantes décadas en un poderoso lobby a cuya influencia fueron, por lo menos, significativamente permeables las personas que han ido ocupando los más altos cargos de la DGT, sus entidades homólogas de Euskadi y Cataluña (únicas comunidades autónomas con competencias de tráfico, aunque no todas) y hasta la cúpula del propio Ministerio del Interior pasando, naturalmente, por todas las jefaturas provinciales de tráfico. 

Por toda esta estructura de verdadero poder fáctico, CENAE se ha movido como pez en el agua haciendo y deshaciendo a su antojo, motivada por los intereses personales de sus dirigentes, más teóricamente que otra cosa por los de sus asociados y aún mucho más en teoría por los de la sociedad en general, invocando para ello, cómo no, la mejora de la seguridad vial a través de sus decisiones y propuestas. Siendo esto último, claro está, una simple pero necesaria justificación. 

Este grupo de presión ha tenido y tiene poder suficiente como para vetar a ciertos profesores de modo que no consigan trabajo en ninguna autoescuela asociada de ningún rincón de España (puede haber excepciones), ha firmado convenios colectivos sin ninguna resistencia, ha redactado reglamentos de autoescuela que eran aprobados en Consejo de Ministros sin modificaciones relevantes, ha pactado con las diferentes jefaturas los días en que sus funcionarios no prestarían servicio de exámenes en razón de vacaciones de verano o Navidad incumpliendo el calendario laboral, han logrado retrasar durante meses la concesión de licencias de apertura de escuelas que cumplían todos los requisitos legales... y todo esto no es ni la punta del iceberg. Si contase con detalle todo lo que sé y he visto sobre esto podría escribir un libro con cientos de páginas, o varios, pero creo que es suficiente para que puedan hacerse una idea. 

No se busca el rebaño porque garantice más hierba, sino por miedo a estar fuera.
El miedo sustenta al poder.
Fuente: www.elsiglodetorreon.com.mx
Como es lógico, CNAE nunca hubiese logrado su poder sin contar con la necesaria colaboración de ciertos funcionarios y políticos ni sin el sustento de las autoescuelas asociadas. No obstante, su hegemonía se vio seriamente amenazada, al menos que yo sepa, en dos ocasiones:

La primera, cuando tras conseguir el PSOE la mayoría absoluta en las elecciones de 1982 el nuevo gobierno pone al frente de la DGT a don José Luis Martín Palacín que, entre otras cosas, había sido concejal por el Partido Comunista en el Ayuntamiento de Madrid. Este señor marcaría un antes y un después en la historia de la DGT tomando, de cara a las escuelas de conductores, dos decisiones cruciales: hacer mucho más fácil la creación de nuevas autoescuelas por medio de un reglamento que eliminaba muchos de los absurdos requisitos anteriores y hacerse cargo de los cursos de formación para profesores y directores, hasta entonces en manos de CNAE. Esta le declaró la guerra, y el señor Palacín no estuvo más que una legislatura en la DGT, a pesar de que el PSOE repitió mayoría absoluta en 1986. Estos hechos, lamentablemente, hablan por sí solos del poder de CNAE.

Me pregunto si fuera del rebaño hay lobos de verdad, si son tan fieros como dicen,
si uno no puede disfrazarse también de lobo, si no podemos ser amigos o simplemente
respetarnos, por lo menos. Me pregunto si será tan cierto que, caso
de tener que luchar sea imposible vencer; y, aun así,
¿no es mejor morir libre que vivir sometido?
Fuente: www.ecoticias.com
La segunda seria amenaza a la influencia política de esta asociación vino de la Unión Europea con la Ley Ómnibus (2009) que, básicamente, pretende facilitar la creación de nuevas empresas y la libre competencia. Esta ley, obligó a modificar el Reglamento de Autoescuelas simplificando aun mucho más los requisitos para poder abrir una. Claro que para entonces, el permiso por puntos ya contaba tres años de edad. En un par de días, si Dios quiere, y por no hacer esta entrada excesivamente larga, les seguiré contando cómo veo y vivo este interesante asunto. Gracias.

domingo, 10 de julio de 2016

SAN CRISTÓBAL 2016

Lo siento, les dije en la entrada anterior que seguiría hablando en esta del permiso por puntos sin darme cuenta de que hoy es San Cristóbal, y no quiero faltar a esta cita. El patrón de los conductores se merece un espacio en este blog un día al año, qué menos. 

Imagen de San Cristóbal en la iglesia del mismo nombre
que hay en el barrio de Repélega (Portugalete).

A modo de celebración les contaré una historia, una vivencia de otro conductor excepcional que también tuve la suerte de conocer. El protagonista es un primo de mi padre, camionero por cuenta propia, que viajó con su camión por toda España durante muchos años dedicándose a lo que, al menos antes, se llamaba “la ruta”. 

“Andar a la ruta”, consistía en cargar algún tipo de mercancía en tu camión en el lugar más próximo posible a tu lugar de residencia, llevarla a otra provincia, descargar, buscar carga de nuevo en ese sitio y así sucesivamente ir entrelazando distintos lugares intentando viajar de vacío lo menos posible, realizando una labor con cierto halo de romanticismo y gran incertidumbre bastante semejante en ambos aspectos a la de los marinos mercantes por aquel entonces (hablo sobre todo de los años sesenta y setenta), y también como estos, pasando varios meses seguidos sin volver a casa; unos moviéndose por distintos mares otros surcando infinitos caminos de asfalto. 

Pongamos que Manuel -el nombre no es real-, casado y con dos hijos, vivía en un pequeño pueblo de un conocido valle minero de Asturias. Allí tenía su puerto seguro, allí volvía siempre tras sus periplos (nunca inferiores a dos meses) de auténtica carretera y manta cuando había reunido un dinero suficiente para poder permitirse unos días de descanso él y su camión, al que también le hacía él mismo en ese tiempo las reparaciones y el mantenimiento necesarios. 

Una de esas veces, llevando tres meses fuera de casa y después de descargar en Valladolid, inició viaje de regreso. Aún faltaban varias semanas para el invierno, el tiempo era relativamente bueno en todas partes y sin previsión de nieve en ninguna. Hasta coronar Pajares por la vertiente leonesa. Allí se encontró con una copiosa nevada, aún de día, una barrera indicando que el puerto estaba cerrado para todos los vehículos y completamente solo. “Paré, no me lo podía creer pero paré, aunque la primera idea fue llevarme por delante la barrera y seguir estuve contemplándola unos segundos desde la cabina. Conozco el puerto, estaba todo blanco y con bastante nieve, pero cuanto más lo miraba más ganas me daban de seguir y más claro me oía decir, yo paso, hoy llego a casa, ya estoy muy cerca. Bajé del camión, quité la barrera, pasé, volví a parar, la puse de nuevo en su sitio, subí al camión y me dije que con la reductora y el eléctrico, tocando el freno de pie lo menos posible y con toda la carretera para mí, con un poco de suerte no me voy barranco abajo”.

Un Pegaso hermano del coprotagonista de la historia. 
Mis felicitaciones para el autor de esta excelente maqueta.
Fuente: www.camionesclasicos.com
Se le cruzó el camión en varias ocasiones, utilizaba los dos carriles, y tuvo la suerte de que en algunas partes caía mucha agua de la ladera que limpiaba la carretera de nieve, pues la temperatura tampoco era tan baja como para que se helase, cuando las ruedas pisaban en esas zonas usaba el freno de pie al máximo, y así, poco a poco y con el corazón en un puño llegó abajo. Ya estaba a salvo, llegaría a casa, empezaba a respirar hondo y tranquilo y sus latidos se iban acercando al ralentí, mas aún quedaba un inconveniente con el que no contaba: una pareja de la Guardia Civil con una tanqueta al lado en una pequeña recta ya casi horizontal. Le dieron el alto.

El diálogo entre los agentes y Manuel, vino a ser este: 
- ¿Pero usted de dónde sale?
- Del puerto, de dónde voy a salir.
- Pero... si está cerrado, hay una barrera, la pusimos mi compañero y yo... ¿es que no hace caso a nada? Ni con el Land Rover podemos andar nosotros.
- Hombre, tampoco está tan mal, aquí estoy, y eso que no llevaba cadenas que si no hubiese bajado mejor.
- ¡Encima! Déme el carnet de conducir que le voy a prender fuego aquí mismo.
- No lo tengo.
- ¿Cómo que no tiene carnet de conducir?
- No, señor guardia, se me olvidó en casa (lo tenía conmigo, claro, pero no se lo quería dar, parecía completamente decidido a quemármelo).
- ¡Baje del camión!

Entre tanto, el guardia hizo una pausa  y Manuel aprovechó para decirle:
"Mire, sé que tiene razón, que hice una auténtica burrada, pero llevo tres meses fuera de casa y estaba demasiado cerca como para quedarme en el puerto o dar la vuelta. Tenía que pasar. Y volví a dejar la barrera en su sitio, que conste, no vaya a ser que se meta otro y se mate. Lo puede comprobar, ustedes con la tanqueta suben bien."

Entonces, el otro guardia, que se mantenía atento a una cierta distancia y todavía no había dicho nada, se acercó y dijo:
"Hombre, yo creo que lo podíamos dejar pasar, total, no podía hacer daño a nadie, sólo él se hubiese matado, y ya que está aquí..."

El primer guardia le miró unos instantes a los ojos, y le dijo:
"Vale, vete a tu casa, pero como te vuelva a encontrar por aquí cometiendo la más mínima infracción no vuelves a conducir en tu vida." 

Una tanqueta de la Guardia Civil como la que se menciona en este relato. 
También he sido testigo unas cuantas veces de cómo hombres con ese uniforme
actuaban como ángeles, lástima que ahora se les obligue a hacer de bandoleros
Fuente: www.armas.es
Pasó el tiempo y la amenaza de aquel agente se diluyó en él. De hecho se encontraron algunas veces más y me contaba mi pariente que le hacían el saludo militar sonrientes y cómplices de aquella hazaña como nunca oí otra igual, por cierto.

Este primo de mi padre era un hombre grande y fuerte, una persona cuya bondad y nobleza reflejaban claramente su rostro y sus ojos en cuanto tu mirada se cruzaba con ellos. ¿Exageraba? Creo que no, y le oí contar esta historia varias veces porque se lo pedía cada vez que coincidía con él. Me encantaba. A los guardias no los conocí, y bien que me hubiese gustado oír su versión. Pero hay un hecho: el puerto estaba cerrado el día que Manuel salió de Valladolid con destino a su pueblo, y llegó. Esto siempre lo corroboraba la esposa de mi pariente de forma espontánea al final de los múltiples relatos de la misma, “yo ya no lo esperaba esa noche para cenar porque había oído por la radio que el puerto estaba cerrado, me quedé igual que los guardias cuando vi que llegó, y también me enfadé con él porque no se mató de milagro”.

Mi limitado entendimiento no alcanza a saber si hay ángeles de la guarda, ni santos ni seres que desde otra dimensión y con más recursos que nosotros, de vez en cuando nos echen una mano. Pero me gusta creer que sí, y siempre ha habido innumerables indicios que perecen confirmarlo. Cuídense cuanto puedan, no vaya a ser que esa ayuda tenga sus limitaciones, pero que San Cristóbal y Dios bendigan los caminos que transiten en sus vidas. 
Esteban

INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

P. D.: Les dejo aquí un vídeo que cuenta una historia muy poco común sobre la vida en un camión y que bien puede servir para dar ánimos a las personas que tienen miedo a conducir.

Entradas relacionadas: SAN CRISTÓBAL 2013. Y por aquellas situaciones en las que bien parece que nos beneficiamos de un milagro, estas dos: UNA HISTORIA DE PÁNICO (y 2) y PASO A NIVEL (1).

martes, 5 de julio de 2016

PERMISO POR PUNTOS: DIEZ AÑOS DE FRAUDE Y ENGAÑO

Con motivo de estos 10 años de vida que el pasado viernes, 1 de julio, ha cumplido el Permiso por Puntos, se han comenzado a oír algunas voces que cuestionan su alabada y casi milagrosa eficacia en pro de la reducción de los accidentes de tráfico. La mayoría criticando la forma en que se conceden las autorizaciones para impartir los cursos de recuperación total o parcial de puntos, la corrupción generada en torno a esta normativa o la necesidad de hacer cambios en la misma, y, miren por dónde, a mí la única modificación que se me ocurre es derogarla. 

Esta foto me recuerda cuando conducir sin la omnipresencia del "gran hermano"
era mucho más fácil, placentero y seguro. Aunque muchos no se lo crean.
Fuente: revista.dgt.es

Como sostengo en el título, el Permiso por Puntos es un fraude y un engaño por innecesario, ineficaz e injusto. Porque se proyectó con el único objeto de ser un negocio para unos pocos elegidos y porque todas las bondades que la propaganda de la DGT y su coro de interesados aduladores nos han estado repitiendo constantemente durante una década, que se dice pronto, tenían como exclusiva finalidad justificar los beneficios de aquel. Intentaré explicarme. 

INNECESARIO

Por la sencilla razón de que la normativa a la que en buena parte sustituye era mejor. Las infracciones graves o muy graves, por ejemplo, se pagaban con multa de 90 a 300 euros o de 300 a 600 euros, respectivamente, y sin descuento del 50% por pronto pago, además suponían la suspensión del permiso de conducir por un tiempo máximo de hasta 3 meses, ¡con una sola infracción! Cierto que si esta era grave, sin concurrencia de riesgo concreto y sin antecedentes similares en 2 años atrás no se suspendía el permiso; cuando eran muy graves sí, normalmente, un mes como mínimo. Por el contrario, el carnet por puntos permite seguir conduciendo después de cometer varias infracciones graves o muy graves con tal de tener un solo punto de saldo, y sin obligación de hacer ningún curso. 

Derogar y revocar el carnet siempre ha sido posible cuando se pierden los conocimientos de normas y señales, la pericia para el manejo de automóviles o la salud física o mental para hacerlo. Lo que en los dos primeros casos obligaba a realizar examen teórico o práctico, o ambos, para recuperar el carnet. Por cuestiones de salud, dependiendo de las circunstancias concretas de cada caso, se hacía o no examen. En cambio, si se pierden todos los puntos, basta con hacer el curso de concienciación y sensibilización más un examen teórico, nunca práctico

INEFICAZ 

¿Conocen a alguien a quien le hayan puesto una multa y no manifieste haber sido víctima de una injusticia o de un atraco, o las dos cosas, a pesar de reconocer que cometió la infracción? ¿Verdad que no, o que es algo muy excepcional? Bien, pues entonces, ¿quién se puede creer que un curso de concienciación y sensibilización -obligatorio y que cuesta un dinero- genere cambios de actitudes al volante? Algún caso habrá -supongo-, pero no sé ustedes, yo en 10 años no he conocido ninguno. 

Vuela al aula... ¿por qué no también al coche?
Fuente: www.20minutos.es
De lo que sí he sido testigo cientos de veces en la Jefatura de Tráfico de Bilbao es de las protestas de muchas personas cuando iban a pagar sus multas, acabando casi siempre con la coletilla “esto pasa por llevar matrícula de Bilbao, claro, si no de qué”. Justificación que, salvo excepciones (seguro que algunas hay), no me creo. Menos Portugal (no por falta de ganas), he recorrido el resto de la península Ibérica bastantes veces y las ocasiones en las que me han denunciado tenían razón, no obstante en tres casos que recuerdo bien sí tengo casi la certeza de que fue por la matrícula por lo que me pararon. Esto me pasó en carretera abierta y en tres provincias distintas: Córdoba, Segovia y Logroño, por este orden. En las dos últimas eran agentes de tráfico, en la primera Guardia Civil Rural; aquí, sí que uno de los agentes tenía un aspecto y actitud bastante inquietante, pero en ninguno de estos casos me denunciaron, y desde luego tampoco les había dado ningún motivo.

Nos han dicho hasta la saciedad que el permiso por puntos ha sido la causa de que el número de accidentes y de víctimas se haya reducido en porcentajes muy altos, pero, sorprendentemente, sin darnos nunca una sola prueba fehaciente de tal afirmación, cosa bastante lógica ya que en España las causas de los accidentes de tráfico no se investigan o estos estudios son meramente anecdóticos, razón por la cual, todos los motivos que nos facilitan para explicarlos carecen de fundamento y rigor, esta carencia en la investigación de accidentes es algo que me resulta increíble tras más de un siglo de convivencia con el automóvil, y en este país desde la década de los sesenta (inclusive) de forma intensa. 

¿Se han dado cuenta de que los porcentajes de causas de accidentes que la propia DGT nos va desgranando al cabo del año nunca cuadran? Unas veces es la velocidad (la más recurrente); otras, como si se aburriesen de decir siempre lo mismo, es el alcohol y otras drogas, las distracciones, el uso del teléfono al volante, lo viejo que es nuestro coche o quien lo conduce... y una que me llega al alma es el número de heridos graves o muertos “por no utilizar el cinturón de seguridad”, hombre, mejor llevarlo siempre, por supuesto, pero lo importante será saber por qué alguien se estrella o se sale de la vía. Es como el reciente descubrimiento de que las carreteras convencionales o vías secundarias (como dicen ahora) son más peligrosas que las autopistas, ¡a buenas horas mangas verdes! 

¿Conocen a alguien para quien la crisis haya sido una bendición? Un servidor sí: los promotores del carnet por puntos, a nadie más. Para estos señores ha sido como si les tocase el Gordo de la lotería teniendo además todos los boletos. Llegó la crisis al tiempo que nació el carnet por puntos y, claro, el uso del automóvil se limitó de forma drástica en muy poco tiempo; de repente muchas personas ya no tenían que ir a su trabajo, otras tuvieron que vender el coche, a otras se lo embargaron, algunas no podían pagar una avería... los que aún podían usarlo empezaron a hacerlo menos (llenar un depósito daba hasta dolor) y como llenaron España de radares, la posibilidad de tener un gasto imprevisto en cualquier viaje por una multa era bastante alta y cada vez lo es más. 

¡No, gracias!
Ustedes no pueden saber cuál es mi velocidad segura
en cada momento, y si yo no la sé... mejor dejo de conducir.
Fuente: www.ibericarbenet.es
Ante el panorama descrito, claro que bajaron los accidentes y las víctimas, en términos absolutos, eso sí, porque en los relativos han aumentado y en las vías urbanas también. Es evidente, que si se mueven muchos menos vehículos y quienes lo hacen recorren menos kilómetros el número de accidentes y víctimas, en la carretera, bajará; claro que para esto, si mañana se sube el precio del litro de combustible a 3 euros, por ejemplo, todavía bajarían más. 

Hay quienes aseguran que hemos salido de la crisis, yo no lo veo y dudo mucho que viva para verlo, sin embargo sí se aprecia que muerde con menos fuerza de unos cuantos meses (quizá un año, más o menos) acá. Se ven algunos coches más en la carretera, aumenta el kilometraje recorrido y con ello el número de accidentes, entonces es cuando a muchos “expertos” no se les ocurre otra cosa que asegurar que el permiso por puntos se ha quedado obsoleto y que es necesario modificar la normativa, ¿otra vez? ¿Tan incapaces son nuestros legisladores que no pueden hacer una normativa  simplificada y estable ni para regular el tráfico? También dicen que el miedo a perder puntos hace que se conduzca mejor; será cuando te quedan uno o dos, porque entre tanto... El miedo no hace conductores mejores, los hace más torpes, lo que lleva inevitablemente a cometer más errores y a asumir más riesgos que encima no se saben resolver. ¿Es esto lo que pretende la DGT? Pues en buena parte lo está logrando.

Luego está la nula eficacia de los cursos de reeducación y sensibilización (qué mal me suena esto, parece una amenaza de llevarnos a un gulag de Siberia), habrá alguna excepción que confirme la regla, desde luego, pero imagínense la situación: acuden obligatoriamente a un curso para la recuperación parcial de puntos, pagan un respetable precio y a cambio reciben unas charlas impartidas por un psicólogo (que en algunos casos ni tiene carnet de conducir ni conocimiento de la carretera) y un profesor de autoescuela, en ningún caso se hace una evaluación práctica de su nivel como conductores, básicamente se les adoctrina; en muchos casos igual tienen que dedicar un tiempo considerable en desplazarse hasta el centro que lleva a cabo el curso (hay pocos en cada provincia); aguantarán el chaparrón, perdón el adoctrinamiento, pero sin gusto ni ganas. Seguro que preferirían pagar el equivalente al precio del curso como una multa, les cabrearía menos, no les hace perder el tiempo y el efecto sería similar. En fin, estos cursos no sólo son ineficaces, los conductores ya saben qué infringen (hasta la propia DGT lo reconoce), también resultan contraproducentes. 

INJUSTO 

Todavía hay muchos municipios en los que no se quitan puntos aunque se denuncie una infracción que suponga su pérdida, ¡diez años después! Escándalo que por sí solo debería ser motivo más que suficiente para derogar esta normativa. En España hay demasiados municipios, cuyos gobiernos se eligen democráticamente cada cuatro años, y me parece bien (aunque hay reglas de aritmética electoral más justas y proporcionales que la actual), lo que me parece muy mal, es que cuanto menos habitantes tenga una población más se utiliza a la Policía Local como guardia pretoriana y más “simpáticos” pretenden ser sus ediles ante sus potenciales votantes; y, claro, quitar puntos les hace muy impopulares.

Fuente: es.123rf.com
También es injusto que un conductor profesional que realice 200.000 km anuales tenga el mismo saldo inicial de puntos que quien sólo recorre 5.000 km en el mismo periodo. El primero tiene muchas más posibilidades de perder puntos por muy bien y legal que conduzca y aunque cometa muchas menos infracciones en términos relativos, pero cometerá más en total, entre otras cosas, y en más ocasiones de las que parece, para evitar provocar un accidente o verse involucrado en él. Aprovecho para decir aquí algo que se desconoce mucho y que contradice la supuesta dureza de la Ley de Tráfico que tanto se pregona, cuando se ordena una suspensión temporal de un permiso de conducir, ya sea por vía administrativa o penal, cabe la posibilidad de llevar a cabo esa suspensión en periodos de días fraccionados entre festivos y vacaciones, de modo que pueda seguir trabajando con su vehículo los días de labor. Esto no se hace de forma automática, hay que solicitarlo y se estudia cada caso, pero es raro que se deniegue, no sólo afecta a conductores profesionales sino a cualquiera que pueda probar que necesita de un automóvil para realizar su trabajo o acudir a él, lo cual me parece impresentable. Si se suspende el permiso se suspende para todo, más seriedad, por favor.

Otra injusticia que además contraviene el más elemental sentido común: sólo el 3% de las autoescuelas de España pueden hacer cursos de recuperación de puntos. ¿En qué cabeza cabe esto? Si cualquier escuela de conductores puede enseñar a conducir a una persona partiendo de cero, con más razón podrá ayudarla a recuperar sus puntos, si es que quiere, pero que lo decida libremente su titular; y que, libremente a su vez, decida cada persona que lo necesite ir al centro que desee. ¿Que la DGT no se fía de las autoescuelas para realizar esta labor? Pues a ver cómo justifica su confianza para otras... pero bueno, que lo haga ella misma si no, a través de sus jefaturas provinciales y con sus funcionarios, pero que no permita intermediarios que decidan arbitrariamente qué escuela puede dar los cursos quitando y dando concesiones a su antojo e interesado capricho, lo que además de ser intolerable encarece el curso innecesariamente. Esto es una práctica caciquil y feudal a la que ni yo mismo daba crédito cuando supe de ella allá por 2004 o 2005, les contaré más sobre este aspecto en la próxima entrada, y sobre su nacimiento. El permiso por puntos fue ideado con un único y exclusivo propósito: hacer un espléndido negocio. Todas las bondades que se le atribuyen no son más que adornos para poder venderlo, mejor dicho: para obligarnos a comprarlo.
Esteban

INFO CURSOS Y LIBROS: AQUÍ AQUÍ.

P. S.: En estos días atrás he leído, entre otros artículos, tres que considero muy interesantes y recomendables relacionados con esta entrada más o menos directamente. Haciendo click sobre los títulos podrán leerlos: 
Una hipocresía rampante (Juan Manuel de Prada en XLSEMANAL).
Diferencia entre sociedad y Estado. (Icue en el blog Un padre de familia).